Ideal Femenino III

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Estoy un poco enferme, nada muy grave, pero debo viajar a otra ciudad a sacarme un examen, así que estaré ausente haste el viernes...deseenme suerte...

A los que les interese ya subí la tercera parte de mi cuento a mi blog de relatos, les dejo una muestrs para motivarlos....jejej

"Durante la enfermedad y posterior convalecencia de Danielle me asombró lo mucho que la gente apreciaba. Digo que me causaba asombro, porque yo pensaba que a todos les sucedía como a mí, que constantemente me sentía ahogado a su lado. Gozaba de amigos sinceros, quienes se preocupaban verdaderamente de su salud y no la abandonaron como comúnmente ocurre cuando alguien enferma gravemente. A diario su casa estaba llena de flores de las más diversas clases, lo cual junto con las visitas que recibía parecían reconfortarla. Una noche le pregunté a que se debía que ,si tenia tantos pretendientes y amigos, nunca se hubiese casado o comprometido. Ella me sonrió amargamente, mientras fijaba con obstinación sus ojos en los míos: -"Nunca he amado y no me casaría con le mezquino motivo de no estar sola. Además no podría encadenar a nadie a mi suerte. Se que seria insoportable vivir conmigo y mi tristeza. Aun cuando esa persona me amase mucho, con el tiempo me haría un peso y yo detesto estorbar" Lamenté haber hecho esa indiscreta pregunta, pues me percaté que la había dañado al hablarle del tema. Comprendí, con ello, que Danielle se despreciaba profundamente por tener una salud acabada, un carácter sombrío y un temperamento débil. Supe, en le fondo de mi corazón, que la amargura la estaba matando.

***

Cuando comprobé que mi paciente estaba lo suficientemente fuerte para viajar, le recomendé marcharse al campo por una temporada. El aire fresco junto con el ejercicio le sentarían bien. Los resultados no se hicieron esperar. Pareció transfigurarse, florecer nuevamente. Su figura ya no era delgada sino delicada y si bien la palidez de su rostro era palmario, el terciopelo de sus ojos como el de su largo cabello la hacía parecer una muñeca. Como distracción se dedicó a pintar y dibujar todo cuanto le llamaba la atención. Recuerdo, claramente, sus dibujos a pluma hechos con especial esmero y dedicación. Sus carpetas estaban llenas de campesinos, paisajes y caballos en distintas posturas. Lo que sin duda yo mas admiraba eran las ilustraciones de leyendas narradas por los lugareños. Al ver aquellos cuadernos desfilaban ante mis ojos hermosas princesas, gallardos caballeros, horribles monstruos, espeluznantes espectros, traviesos duendes. La belleza de sus creaciones rápidamente hechizo mi fantasiosa imaginación. Danielle ocultaba dentro de si un mundo fascinante del cual solo pude vislumbrar tenues señales a través de sus croquis. No obstante tratarla constantemente, de cuidarla con solicitud no la conocía, o sabia quien era realmente. Durante el tiempo que estuvo fuera de Paris viajé regularmente a verle, para controlar su recuperación. En una de esas ocasiones me enteré de que, a pesar de criar hermosos y finos caballos en su estancia, no sabía montar. La razón era la muerte de su hermano mayor en una competencia ecuestre. Su padre, aterrado ante el deceso de su primogénito, le prohibió a ella y a su hermana subirse a un caballo. Con el tiempo el temor a estos animales le hizo olvidar el deseo de cabalgar sobre ellos. Me aboqué a la tarea de enseñarle, ya que soy un convencido de los beneficiosos efectos del ejercicio sobre el cuerpo y el espíritu. En un principio montaba conmigo y no olvido como sus cabellos me rozaban el rostro impidiéndome ver el camino. Luego al dejé sola sobre la silla, paseándola, lentamente. Cuando pudo cabalgar sin mi ayuda, la oí reír por primera vez. Rió a carcajadas, porque se sentía, por fin, libre y feliz. Me percaté, conmovido, de lo deseosa que estaba de liberarse de las ataduras que atormentaban su alma..."

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