Meditación navideña

El lunes, mientras viajaba en colectivo desde el mall hasta la casa de mi amiga Lucy, con mi carga de regalos navideños, fui testigo de algo que me hizo reflexionar sobre lo ciegos que somos a lo que realmente significa esta época del año.En una de las paradas, vi Sentado a un anciano pobre y desgreñado, que solo tenía por compañía una vieja radio y un cigarro pendiéndole de la boca. Se veía muy abandonado y sucio. Parecía fuera de este mundo, tan lejos de la realidad, abandonado de la felicidad y del cariño, de al piedad y de la compasión de los que lo rodeaban. Nadie parecía notarlo. No pude evitar que se me encogiera el corazón cuando observe que le arrojaba el único pedazo de pan que tenia en sus manos a una paloma que merodeaba a sus pies. Ella comenzó a picotearlo a su lado sin miedo alguno, como si de esa manera le diera amablemente las gracias. Entonces, en mi mente, fue como si me pudiese desdoblar y observarme desde el exterior… y lo que noté no me agrado. Indiferente, con mis audífonos nuevos a todo volumen, escuchando música de mi moderno reproductor mp3, con mis gafas seudo top y mi bolsa con regalos. Me sentí consumista, egoísta y al mismo tiempo miserable. No había nada que yo pusiese realizar por aquel hombre, nada como lo que le había hecho por él ave hambrienta, nada tan hermosamente desinteresado, nada tan profundamente humano y piadoso. Tal vez ese humilde hombre, ni siquiera sepa que va a ser navidad ni todo el cuento de paz en a tierra y no se que a los hombres de buena voluntad, pero era la mejor muestra de espíritu navideño que he apreciado en mucho tiempo, la mejor prueba de que aun en la pobreza y en el desamparo mas absoluto, la bondad predomina en el espíritu humano. La muestra perfecta de que el verdadero presente de pascuas no se encuentra en el mall o en una tienda, sino en los detalles mas simples cuando estos vienen puros y sinceros desde lo profundo de nuestro corazón.